Un ojo llamado cacería o el ojo de Dios. De Marcela Saldaño. Por Domingo de Ramos.
Un ojo llamado cacería o el ojo de Dios. De Marcela Saldaño
Por Domingo de Ramos
La novísima poeta chilena Marcela Saldaño acaba de publicar un nuevo libro y como tal también presentarlo en sociedad. Su nuevo poemario “Un ojo llamado cacería” es su nueva propuesta poética. Una propuesta algo inusual para el país del sur ya que su tradición está entre dos grandes de su literatura los clásicos como Neruda o Parra de indiscutible influencia en los jóvenes escritores. El poemario explora en la veta de la vanguardia más radical del siglo veinte. El surrealismo. Y desde allí explora el lenguaje que se emparentan con el Altazor de Huidobro o con los poetas peruanos Cesar Moro y Westphalen así como la argentina Olga Orozco y no esta exenta del barroquismo latinoamericano que viene desde Lezama Lima el argentino Perlongher aunque la musicalidad de la poeta es mucho más profunda que la de Perlongher. La poeta se explaya como una hedonista, una sibarita de las palabras que se adentra en el objetivo y los significados y los profundiza, los oscurece, los aclara y los adensa en símiles y en torrentes que al parecer nunca acaban convirtiéndola en una joyería finísima muy bien hilvanadas creando mundos artificiales dejando que, la realidad sea un accidente de la vida donde no queda nada de esa civilización bárbara que nos domina. Un paraíso extraño, hermoso y violento.
El ojo se convierte en una gran órgano de Dios que todo lo ve y lo puede ver transformando y destruyendo una realidad que cada vez se muestra mas endeble o precaria porque su inconfundible propuesta de discurso aluvional de acumulación de imágenes es que lo va a reemplazar todos los objetos conocidos y crea nuevos objetos que amueblan y distorsionan vehementemente la racionalidad en que vivimos. Aquí un ejemplo de ello al iniciar el libro que a modo de un manifiesto poético nos abre sus claves para entender este mundo extraño de la poeta. “El ojo de los oscuros papeles Ojos de transparencia terca El centro del ojo es espeso poco se sospecha de él y sus organismos Organismos invisibles Insatisfechos Corrosivos El ojo desea El ojo grita Tiembla en medio de las bestias que lo devoran Aunque ellas no saben que son las presas No saben que ese ojo lleva consigo trozos de piel mudada Por eso cuando ellas tiemblan y escupen existe un niño que pierde sus ojos Y el vacío es la punta de la catástrofe y la arcada…” Como verán estimado lector es un río furioso que va encabalgándose llevándonos por terrenos movedizos y oníricos. El ojo es la simiente, el ojo es el motor desde donde nace una nueva lengua que a su paso va descubriendo nuevos objetos. El vitalismo visceral con que se desplazan las palabras nos conducen a lo largo del libro a una trasfiguración constante de los referentes y que se hacen frágiles, porque son las palabras que en un momento se muestran frágiles por la velocidad que la poeta imprime y a la vez el viaje es un viaje a la lengua misma, una exploración radicalizados con expresiones de las podredumbres, de los detritus de que está compuesta y que adquieren una singular belleza en su recorrido aluvional como limpiando el mundo, esto quiere decir cuanto más sucio este será, más esplendoroso el mundo que vendrá después. Escatología y Belleza. Esa es la poesía. Aquí la belleza la mera belleza no es su fin es la exploración de los abismos y los límites de la condición humana. Toda la poesía busca una belleza pero sin que lo haga a priori o forzándola como lo hacían los parnasianos sino esta se encuentra de diversas formas, con riesgos busca una belleza grande y trágica, desgarrada por la disonancia y el horror, por la fealdad y la violencia.
Y es esto lo que parece querer decirnos Marcela Saldaño en este libro. No hay concesión al lector apático ni pasivo sino quiere que este participe de su espíritu rupturista y de cómplices a la vez. Sigámosla pues a esta talentosa y joven poeta que viene del sur.